La Jurado: el sacrificio paga

por Norma Niurka

Ha llegado el torbellino andaluz que canta baladas: la Jurado. Pero torbellinos hay muchos, ella es única. Su voz, su presencia imponente, la pasión que despliega en el escenario, llegarán al teatro de Miami Beach, y en esos momentos todo se tornará arte.

Por detrás y antes de ese instante existen una serie de circunstancias, nada glamorosas, nada artísticas —hoteles, aviones, cenas, viajes, entrevistas, ensayos, grabaciones—, todo lo que impide que una artista de su categoría viva una vida «normal».

A cambio de ese instante, de esos días, de ese contacto, de esa chispa, ¿vale la pena tanto sacrificio personal?

«Hay momentos en que tú dices: No vale la pena», dice Rocío, sentada en la sala de su apartamento de Miami que mira al mar, donde ella se siente menos extraña que en la habitación de un hotel. «Pero luego pienso que me compensa porque me gusta tanto. Como soy artista vocacional... desde que tengo uso de razón me gusta esto».

Y agrega, pensando más sobre el asunto: «Yo no soy quien para dar consejos —bastante me equivoco yo sola— pero cuando alguien me pide consejo, digo: Que esta profesión sea de verdad tu gran vocación, que sea tu vida, porque sino, no compensa».

Rocío Jurado viene de cantar en San Francisco y Nueva York; el viernes por la noche estará en Tampa, este fin de semana en el Theater of the Performing Arts de Miami Beach (sábado, a las 8:30 P.M.; y domingo, a las 7:30 P.M.), para continuar hacia la República Dominicana, Puerto Rico y Ecuador.

«Toda esta lucha diaria es muy venenosa para una artista, porque te lleva... te lleva... te lleva...».

Y Rocío se adentra en las palabras, como cuando canta, y lo lleva, lo lleva a uno lejos, y luego lo trae tan cerca que uno entiende su lucha y su pasión.

«Le quito muchas horas a mi sueño. Procuro no dormirme en los laureles, siempre estar creando, inventándome cosas. Quiero siempre más, quiero estar donde más alto se pueda estar a nivel profesional».

«A veces gana la intimidad de una. Lo que es mi hija, mi marido, mi casa, la tranquilidad de mi hogar. Porque todo eso lo tengo perdido por estar tan entregada a esta profesión... Cuando se llega a un estatus como el mío, eso se pierde. Yo araño hasta que consigo un poquito de ese tiempo para mi familia. De verdad que araño. Es como buscarle minutos a la vida».

¿Qué es tan irrevocable, tan avasallador, lo que la compensa? El público.

«La manifestación del arte es exhibicionista», dice, cruzando las piernas. «Cuando más sientes ese arte, más gente necesitas para que lo vean. Cuanto más publico tengo, me nacen más cosas artísticas. Puedes cantar todos los días para tu familia y tus amigos, pero no es lo mismo, así no tienes opiniones, porque son tu familia y tus amigos. El artista que es peleón, necesita perfeccionarse, necesita las opiniones encontradas de los públicos grandes».

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