¡Real moza, pardiez, «la» Rocío Jurado! Típica hembra de la raza andaluza, ha heredado en su sangre el misterio árabe (su primer apellido es el de Mohedano) y la fuerza expresiva, versus temperamento, de la española que dicen de Despeñaperros para abajo. Artista nata, podríamos decir rememorando la copla de Alberto Bourbón, por ella cantada, que sus venas son cuerdas de guitarra, que revientan de fuerza cuando cantan. Voz prodigiosa, belleza clásica, orgullo de empaque, sofisticada por conveniencia, pura por ley, caprichosa o sumisa, vendaval tempestuoso y reposo del guerrero... ¿Quién es Rocío Jurado? ¿Es «Carmen» o «Sherezade»? ¿O las dos a la vez? Si se la observa despacio, tratando que ella no se aperciba de ello, puede pasar su rostro de la expresión triunfante al estremecimiento vacilante y tímido, casi temeroso, de una avecilla extraviada e indefensa, para volver de nuevo a la algazara bullanguera de quien se siente importante y admirada. ¿Es realmente contradictoria o es que ese es, precisamente, su juego? Adivina, adivinanza... Pero ya hemos dicho que Rocío es una artista nata y ¿quién puede descifrar el enigma de la naturaleza y reacciones del artista? ¿Quién puede comprender con claridad diáfana esa fusión instintiva de disciplina y desenfreno en tan estrecho maridaje? Un servidor, no, desde luego.
Vitalidad y fuerza son dos de sus mejores cualidades, pero también delicadeza y belleza, colorido y fragancia. Rocío es una flor en constante primavera y por eso la hemos elegido como nuestra flor primaveral, rebosante de savia nueva, con piel capaz de hacer palidecer de envidia a los pétalos de las rosa y con el talle firme dispuesto a cimbrearse ondulante, pero sin quebrarse ni doblegarse. Dando el símil castizo, yo diría que Rocío Jurado es una primavera de sesión continua. Primavera de línea, de ritmo, de color, de juventud. Primavera para servir de exaltación y evocación. Primavera que nos abrasa, con el brillo de su belleza, de ansiedad y esperanza.
Flor entre las flores, lo mismo luce con su cabello de medusa insertado de anémonas, que con su clásico moño y un collar de claveles, que con un simple prendido en su piel desnuda o totalmente rodeada de una múltiple y abigarrada concentración floral. Por muy bellas que éstas sean, podrán adornarla, pero nunca eclipsarla, Rocío, repito, flor entre las flores, pero única y por encima de todas ellas. ¡Y es que es mucha Rocío esta Rocío Jurado...!
Conquistadora nata, fue templada en la fragua de las playas chipioneras con las forjas del sol, el mar y el viento salado. Un poco más allá, con el «charco» de por medio, los ecos de la morería, con las voces de la herencia de un pasado. Y ella en el centro de todo, plena de ansias expresivas, desbordándose de pura contención. Pero no se resignó al sino de los prejuicios absurdos y comenzó la guerra de guerrillas para que su familia la dejara marchar a Madrid, con huelga de hambre incluida, a fin de conseguir un ambiente propicio a sus propósitos y ambiciones. Lo consiguió, claro, como se consigue todo lo que se desea con fuerzas que están por encima del conformismo. Y el capullo en flor que llegó con la bata de volantes en la maleta se fue abriendo y abriendo hasta convertirse en esa prodigiosa artista y en esa fabulosa mujer que hoy adorna nuestras páginas extraordinarias de hecho y con todo derecho, ¡Digo!
No hace mucho que Rocío quemó la nave del amor, de un amor que ha durado siete años. ¿Por qué esta ruptura cuando se preveía boda inminente? Un enigma más en su vida, una batalla más librada y resuelta sin que los interesados lograran contenerla a pesar de sus esfuerzos por evitarla. Pero tras la tempestad viene la calma y tras el invierno la primavera Es previsible, pues, que la Jurado regrese de nuevo a los brazos del amado o que un nuevo germen esté incubando en sus «centros» sentimentales nuevos brotes que hagan crecer ramas orientadas hacía un nuevo hombre-sol. Ella es una mujer «de amor» y la llama que enciende y hace arder la pasión nunca puede apagarse con frío, sino con el calor de otra llama semejante. ¡Lógica y contradicción!
Biografía Breve
Nació en Chipiona, provincia de Cádiz, hace veintipocos años bajo el signo de Virgo. Desde muy niña sintió un deseo imperioso de convertirse en artista, participando en concursos radiofónicos y actuando en todas las fiestas familiares.
Siendo todavía muy niña llegó a Madrid en compañía de su madre, para intentar abrirse camino en la profesión que había elegido, siendo contratada para «dar palmas» en el «tablao» de «Gitanillo de Triana», yerno de Pastora Imperio. Pero el caudal de su voz no podía pasar inadvertido y muy pronto comenzó a destacar en el «cuadro» para ir escalando paso a paso los mejores puestos de dicho elenco.
Pasado el tiempo fue contratada para «Los canasteros» por Manolo Caracol, ya siempre como primera figura, siendo en este local donde Juan de Orduña la descubriría para el cine, como pareja de Manolo Escobar, debutando en este medio artístico con el titulo «Los guerrilleros». Fue a partir de este momento cuando el nombre de la Jurado comenzó a sonar con fuerza, siendo solicitada por «tablaos», compañías de variedades (eminentemente folklóricas), cine («Proceso a una estrella»), etc., lo que sirvió para consolidar su nombre que, discográficamente, también empezaba a ser «hit» con una canción que se titulaba «Tengo miedo»...
Una nueva etapa de la carrera de Rocío Jurado comenzó al encabezar el cartel del espectáculo «Pasodoble», en el madrileño teatro de La Zarzuela, continuando después en el teatro Español de Barcelona, para pasar más tarde a una serie de capitales de provincias. Tras esto, las ofertas de la guapa chipionera se sucedieron sin descanso.