
Ya es sabida la lucha que Rocío Jurado ha mantenido desde sus dieciséis años por llegar a constituirse en una primera figura artística. Primero conquistó los «tablaos» flamencos; más tarde, las salas de fiestas; luego, la televisión; a continuación, el cine, y ahora, el teatro. En todos estos terrenos ha triunfado la guapísima estrella chipionera, y el último de sus éxitos resonantes ha sido en su reciente debut en Barcelona, donde ha figurado por primera vez como cabecera de cartel. Este ha sido el espaldarazo definitivo a su laboriosa carrera hacia la cumbre, ya que sólo le restaba conquistar con su juventud, arte y belleza al público catalán, tras haber cautivado al del resto de España y a medio continente americano. En esta breve relación de méritos no podemos olvidar su triunfo en Italia, Francia, Bélgica y Alemania, donde es ya tan conocida como en nuestra Patria.
Hemos asistido al estreno de «Pasodoble», en Barcelona, y no nos queda más remedio que corroborar el entusiasmo del público, que, puesto en pie, tributó a Rocío un aplauso de un minuto y medio (cronometrado por un servidor) antes de ponerse a cantar su primera canción. Rocío, emocionada y con lágrimas de gratitud en los ojos, acometió el popular «Silencio, cariño mío» de una forma magistral, como nunca hasta entonces habíamos conocido.
—¿Puedes describir aquellos momentos, Rocío?
—Es muy difícil definir con palabras la emoción y los sentimientos que en esos instantes cubrían todo mi ser. Había oído decir que el público catalán era bastante duro y difícil, y nunca esperé aquella acogida tan calurosa que me dispensaron. No sé siquiera cómo pude cantar, ya que mi garganta era un nudo de emoción.
—¿Qué ha significado, pues, este debut teatral en Barcelona?
—Digamos que el espaldarazo definitivo para mí como primera figura. Madrid ya me había dado «la alternativa» el año pasado, cuando me presenté en el teatro de la Zarzuela con este mismo espectáculo, y, Andalucía lo corroboró seguidamente en la gira que hice este verano con espectáculo propio. He triunfado grandemente en América, pero necesitaba también que el público español me considerara una auténtica estrella. Yo, para responder a su fe en mí, canto a pleno pulmón, sin micros cercanos a mi persona. Pienso que ésta es la mejor forma de agradecer la confianza y admiración que me otorgan: darles auténtica calidad.
Rocío Jurado, cada día más parecida a la Ava Gardner de hace unos años, suma a sus condiciones laríngeas y pulmonares una deslumbrante belleza y una figura colosal, que hacen de ella la figura idónea que falta en España, llena de encanto y «sexy», capaz de protagonizar lo mismo un tema netamente andaluz que una de esas supermodernas heroínas de «comic», con atuendos espaciales y armas cósmicas.