Desde el 20 de noviembre al 15 de enero

Rocío Jurado: triunfal gira por América

por Antonio G. Abad

Un primer plano de Rocío, protegiéndose de la ola de frío que asola actualmente a todo el hemisferio norte.
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Un primer plano de Rocío, protegiéndose de la ola de frío que asola actualmente a todo el hemisferio norte.

Rocío Jurado ha hecho las Américas. Salió de Madrid el 20 de noviembre y regresa esta semana a España.

La encontramos en Nueva York, evidentemente gozosa por el éxito que ha conseguido en la ciudad de los rascacielos con dos recitales consecutivos en el Lincoln Center. Dimos un paseo por el centro de Manhatan, en una de esta frías mañanas de invierno.

—¿Cómo es que no te han acompañado tu hija y tu marido en esta ocasión?

—No podían. Mi Rocío tiene ya siete años y no es conveniente que pierda el colegio. En cuanto a Pedro, él también tiene sus ocupaciones. En otras ocasiones han venido conmigo porque era en verano o viajes cortos. Pero ahora la gira ha sido muy larga y no es plan de andar con la niña de acá para allá sin tener apenas tiempo de atenderla. Yo, la verdad, es que echo mucho de menos a mi hija. También a Pedro, pero él es diferente, él comprende mejor estas separaciones. Siempre que viajo, lo que no puedo evitar es acordarme del pasado, cuando siempre estaba a mi lado mi madre. Fue una excelente compañera hasta el final.

Para Rocío, su madre lo fue todo. Ella es una mujer muy sentimental y difícilmente podrá olvidar todos aquellos trances que madre e hija tuvieron que pasar juntas: los duros comienzos de su carrera, el afianzamiento como artista y luego el éxito.

Continuamos nuestro paseo por lugares tan característicos como la Quinta Avenida, el Rockefeller Center, la catedral de San Patricio... Rocío se detiene ante un puestecillo de perritos calientes, pide uno, se lo toma, y exclama con humor: «¡Esto es América!»

—¿Quién es Rocío Jurado en América?

—No sé, supongo que la misma que en España. Aquí lo que ocurre es que el público, por lo general, es muy ardiente. Me refiero principalmente al público hispánico, que me demuestra un cariño y una admiración que a veces raya en lo increíble. Esa es la razón por la que algunos años he tenido que venir a América hasta cinco o seis veces, con lo poco que me gusta a mí eso de hacer maletas y tener que dejar mi casa.

Rocío Jurado descansa un momento recostada en la placa conmemorativa del Lincoln Center, de Nueva York.
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Rocío Jurado descansa un momento recostada en la placa conmemorativa del Lincoln Center, de Nueva York.

—Sé sincera, Rocío, ¿Cuántas veces te has planteado mandarlo todo al diablo y convertirte en un ama de casa normal y corriente como tantas otras?

—Nunca he tenido un pensamiento tan drástico. Yo, desde que tengo uso de razón, quería ser artista y siempre supe lo que eso significaba. Con esto no quiero decir que, a veces, no me gustaría estar horas y horas sentada en casa, con mi familia, haciendo ganchillo, junto a la mesa camilla, como hacen algunas de mis amigas. Pero en mi profesión el éxito tiene un precio y ese precio no es otro que la separación familiar, las largas ausencias y la ansiedad de volver al hogar lo antes posible.

—¿Has tenido que pasar mucho por el aro de la vida para estar donde estás?

—Sí, bueno, no; creo que lo justo. A veces he pasado por el aro porque me ha interesado pasar, pero otras veces he conseguido que pasaran por el aro los mismos que lo estaban sosteniendo. Creo que no soy una mujer fácil de domar.

—¿Qué le pides ahora a la vida y más concretamente a este año que acaba de comenzar?

—Yo lo único que le pido a Dios y a mi Virgen de Regla es salud para mí y para los míos. Lo demás, ya lo pondré yo: el trabajo, el tesón, el amor...

—Estando, como estás, en la cresta de la ola, ¿dónde te propones llegar?, ¿aún te quedan metas que cubrir?

—Siempre te quedan metas, lo que pasa es que no soy muy partidaria de ir haciendo públicas las mías. En mi interior siempre hay un algo por qué luchar, un propósito que conseguir. Cuando salí por primera vez de Chipiona, toda mi aspiración era grabar un disco en Madrid, escucharme en la radio, hacer un espectáculo... Cuando conseguí eso, vi que había muchísimo más. Y cuando logré lo muchísimo más, vi que seguía habiendo «muchisísimo más». Nunca se llega al fin. Esta profesión es como un pasillo infinito, donde al abrir una puerta siempre encuentras otra puerta unos metros más allá. Mi próxima puerta es un disco de Manuel Alejandro, que probablemente se grabe este mes de enero y otro un poco mas adelante con temas de autores como Honorio Herrero y Armenteros.

—¿Y cuándo te vas a tomar un respiro para encargar ese hermanito que está esperando desde hace tiempo tu hija Rocío?

—Por ahora es imposible. No es el momento adecuado. Con motivo de mi cambio de casa de discos, lo que se espera de mí es que trabaje sin descanso y no sería demasiado apropiado grabar y luego iniciar una serie de presentaciones personales de promoción en estado de buena esperanza. Todo se andará.

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