
La vida de Rocío Jurado era como la Luna en cuarto creciente permanentemente. Cada día, cada mes, cada año, nuevos éxitos la llevaban y la mantenían en la cúspide de la fama. De repente, una noche, aquella estela ascendente se tronchó, y a punto estuvo de romperse del todo. Rocío Jurado había caído enferma allá por esas tierras de Andalucía que ella canta, gravemente enferma, y tuvo que ser internada en un centro médico. Luchó con la vida y la muerte, pero su fuerza de Voluntad, su deseo de vivir, la vida misma, que la esperaba con los brazos abiertos, la recogió entre ellos negándosela a la muerte, que trataba de arrebatarle su presa. Y Rocío Jurado superó el trauma, superó la crisis de la enfermedad, y ahora, después de diez días en la clínica, ha vuelto a su casa de Madrid.
—He visto la muerte muy cerca. Y cuando se ve la muerte como yo la he visto, el aire que se respira, las personas que te rodean, los amigos, la familia, todo cobra una significación especial.
—¿También Pedro? —le pregunto.
—También Pedro. Ha estado siempre a mi lado, día y noche, batiéndose el cobre conmigo para ayudarme a vivir. Cuando estas a punto de perder a la persona que quieres, te das cuenta de lo grande que es ese querer.
He pasado unos días muy malos. Los médicos habían ya casi perdido la esperanza...
Rocío, desde luego, ha vuelto a la vida más profunda. No ha perdido aquel rictus «sexy» que adornó siempre su cara, ni el orillo de sus ojos morunos, ni la sonrisa sempiterna. Pero aquel rictus tiene más profundidad, el brillo de sus ojos más amplitud y su sonrisa más comprensión. Y cuando habla de Pedro Carrasco uno sabe lo que significa cuando dice:
—Estoy muy enamorada. Y puedo asegurarte que antes de un año habrá boda.
Y uno se imagina a Pedro, como en sus buenos tiempos contra aquel «cara de niño» Mando Ramos, a golpes para salvar del «gong» de la muerte a Rocío.
—Y ahora, Rocío, ¿que vas a hacer ahora?
—Lo primero, reponerme. Han sido unos días muy difíciles. Tengo que terminar mi recuperación. Descanso, mucho descanso, y meditar, mucho meditar. He pasado unos días muy malos. Los médicos habían ya casi perdido la esperanza... Y ahora, al volver a casa, experimento una alegría muy grande, muy grande. Ahora sé que vivo.
Lo mira todo con cariño, con mimo. Me enseña las muestras de simpatía que ha recibido durante su enfermedad, los recuerdos, los premios. Para ella, todo es nuevo ahora.
—Quiero —me dice— que des las gracias en mí nombre a todas las empresas. Se han portado muy bien conmigo y me han aplazado las galas que tenía concertadas. No dudes que volveré pronto a mi público y volveré con renovados bríos, con nuevas ilusiones, con más entrega que nunca. Te lo dice una mujer, repito, que ha visto a la muerte muy cerca.
De todas formas, aún no se sabe con exactitud cual es el origen de la dolencia de Rocío. Al parecer, de carácter gastrointestinal.