Carcelera
Era moreno tostao,
dicen que de El Coronil,
con unos ojos rajaos
y al mirarme enloquecí.
Sombrero negro, faja de oro,
metío en años, pero galán,
duro y valiente para los toros,
pa las mujeres, como un Don Juan.
En el Café de la Aurora,
donde cenamos los dos,
la voz de una cantaora
en un cante me avisó:
Carcelera, ay, carcelera,
la del color bronceao,
morenita y con ojeras
de terciopelo morao.
Apártalo de tu vera,
porque es un hombre casao,
y, si dejas que te quiera,
lo vas a hacé un desgraciao.
¡Carcelera, ay, carcelera!
No me importó de la gente,
ni lo que hablaron de mí,
que me importó solamente
su cariño compartir.
Pero una noche de luna llena,
cuando en mi reja me hablaba él,
sentí mi arma de angustia llena
al ver la sombra de su mujer.
—Vengo aquí por lo que es mío—
arrodillá me pidió.
Le juré darlo al olvío
y ahora ya no escucho yo:
Apártame de tu vera,
que soy un hombre casao,
y, si dejas que te quiera,
me vas a hacé un desgraciao.
¡Carcelera, ay, carcelera!
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