Un clavel
Nadie sabe, nadie sabe,
aunque todos lo quieren saber,
ni la clave, ni la llave
de mi cuándo, mi cómo y porqué.
Me gusta ser libre lo mismo que el viento
que mueve el olivo y riza la mar,
tenderme a la sombra de mi pensamiento
y luego de noche ponerme a cantar.
Un clavel,
un rojo, rojo clavel —un clavel—,
a la orilla de mi boca
cuidé yo como una loca
poniendo mi vida en él.
Y el clavel
al verte, cariño mío,
se ha puesto tan encendido
que está quemando mi piel.
Negro pelo, negro pelo,
que trasmina a menta y limón,
negros ojos, negros celos,
primo hermano de mi corazón.
Me importa tres pitos que diga la gente
que voy y que vengo por el Arenal,
y tengo gastadas las losas del Puente
de tanto cruzarlo por la madrugá.
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