Mi única prisión
Vuelo hacia la casa como cada tarde,
y al abrir la puerta
oigo los ruidos del ratón de siempre
que ya envejeció.
Aún están los muebles como los dejamos,
servida la cena,
velas apagadas en el candelabro,
parado el reloj.
Voy a la ventana, miro hacia la calle,
presiento que vienes,
y mis ojos fijos se nublan de esperas
detrás del cristal.
Me pongo nerviosa, no sé por qué tardas,
algo te entretiene,
pasan los minutos y a solas me ahogo,
no sé respirar.
Este amor
como fuego que no arde,
telegrama interrogante,
laberinto interminable,
que ha hecho de esta casa, mi única prisión.
Otra tarde en vilo junto a la ventana
mirando la calle,
sin cambiar los muebles, la cena esperando,
qué fue, qué paso.
Sigo en un pasado, se repite el sueño,
qué me ha sucedido,
a veces te tengo, mas luego te esfumas
como una visión.
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